domingo, 1 de febrero de 2009

PRIMER AMOR

Se llamaba Claudia, tenía varios años más que yo, mirada fija y sonrisa encantadora. Nunca pasaba desapercibida, era inevitable no darme cuenta que ella estaba ahí, con el cabello largo y el vestido hasta las rodillas. Dicen que mis ojos brillaban cuando la veía, que mis manos sudaban en demasía cuando la tenía cerca, como no darse cuenta de que era el amor haciendo su primera aparición en forma de mujer. Yo aun era muy ignorante acerca de esos nuevos sentimientos, pensaba que no estaba listo (creo que nunca estamos listos) para cosas así, desconocía las fases de la vida, desconocía las historias de parejas en los libros de historia, pensaba que la vida era tan simple como jugar a la pelota, ensuciarse las rodillas o dormir ocho horas diarias. Creo que nunca estaremos listos para el amor.
Aquel amor duro varias semanas, pero como siempre sucede en las primeras veces, aquel amor era platónico, nos separaba mas que distancias, los años por vivir. Nunca le dije que estaba enamorado, nunca le dije lo mucho que sudaban mis manos cuando estaba junto a ella o que mis piernas sentían temblores cuando me miraba de esa manera. Y se que tampoco me iba a creer, porque cuando tienes cinco años, la gente grande nunca te toma en serio, piensan que el amor solo llega cuando eres adulto, cuando tienes mejores cosas en que pensar que el mismísimo amor, porque sus veinticuatro abriles le decían que no debía creerle a un niño de mi edad.
Un día del cual no me acuerdo del todo, dejo de aparecer en mi vida, decían que había viajado a un pueblo muy lejano llamado “Huamanga” a visitar a unos familiares, pensé que algún día regresaría pero nunca más volvió. Tiempo después, cuando aprendí a leer, supe de una guerra sangrienta, donde terroristas se enfrentaban a militares, donde no perdonaban ni mujeres, ni niños, ni ancianos. Pueblos enteros exterminados ante tanto dolor y que luego trataban de ocultar haciéndonos creer que nunca sucedió. Cuando crecí trate de averiguar y entender todo el horror que se vivió por esa guerra, supe que eran ideologías nuevas, supe que era una lucha de clases, que el terror se apodero de todo un país, que se empezó a tener miedo del futuro, y supe también que aquella guerra se origino en un pueblito muy pobre y olvidado, llamado "Huamanga".
Los años curaron heridas, borraron cicatrices, pero aun en estos tiempos, la recuerdo por momentos, con ese cabello largo y su vestido hasta las rodillas, lanzándome esa sonrisa encantadora, prenunciando mi nombre de esa forma tan dulce con la que se suele hablar a un niño de cinco años, que no sabe nada de la guerra ni del amor. El tiempo juega a ser enterrador de nuestros temores, envuelve nuestros recuerdos y los protege del miedo a crecer, nos dice que la vida ya no es la misma pero no nos obliga a cambiar. Pues ahora tengo casi treinta años, pero Claudia aun se aparece en mis pensamientos, cuando cae la noche y me pongo a pensar en cosas no tan importantes, como el amor. Y cuando la recuerdo estando a mi lado, mirándome de esa manera… aun me sudan las manos y mis piernas sienten temblores.

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