Ella tenia tres años menos que yo, unos ojos claros impresionantes, labios rosados, como si nunca hubiera besado a nadie, con un gran sentido del humor y de optimismo, siempre tenia palabras de aliento y alguna solución para mis problemas, por mas descabellada que esta fuese. Me sentaba con ella en la vereda de su casa de la avenida Cesar Vallejo, viendo la gente pasar, saludando a los vecinos uno por uno, conociendo a sus amigos del barrio, hasta ver aparecer la luna en su máximo esplendor. Ella quería ser psicóloga para curarme de mi locura, me enseñaría a poner los pies sobre la tierra y tener los ojos bien abiertos. Yo solo quería ser el que le diese el primer beso, el que le enseñe a caminar por los laberintos del amor y la pasión. Nunca le dije que sea mi novia, cuando estaba con ella, me volvían los miedos de la timidez, como cuando tenia catorce años, me sentía desarmado, con la guardia baja, era una sensación bastante agradable, porque me hacia ver como el adolescente que alguna vez fui.
Le daba regalos envuelto en papel de colores, le regalaba canciones, le escribía cosas dulces en una envoltura de chocolate, y la hacia reír muchísimo, como nadie nunca la había hecho reír según me confeso. Cuando fue su cumpleaños, dibuje su rostro en un viejo mantel blanco, escribí su nombre en forma de acróstico, diciéndole que siempre será la niña de mis ojos, ella me miro con sus ojazos verdes, me abrazo muy fuerte y me ofreció sus labios para hacer un pacto de amor con un beso. Sentí mariposas en el estomago, como si volviera a nacer desde un capullo para ver la luz desde sus labios, Nos abrazamos mucho rato, acaricie su cabello y le dije que no deseaba estar en ningún otro lugar del mundo, que no sea esa vereda de la avenida Vallejo. Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, dicen que los amores cobardes no llegan ni a historias, se quedan allí. Y yo apenas tenia veintiún años, deseaba saber mas del amor y sus extrañas formas, quería conocer todas sus caras y escribir de cada una de ellas, quería ser un pirata que busca tesoros en todos los mares. Una noche después de pasear por el parque, le regale una pulsera con su nombre y el mío en iniciales, la bese detrás de su puerta, le conté de mis planes, de mis miedos y mis locuras... y la deje ir, las mariposas volaron, acelerando sus alas, para no volver mas.
Conocí un poco de todo, de los amores que sueñan, de los amores que duelen, y de los que matan. Supe que hay amores indescifrables, incógnitos, incluso existen amores que no deberían llamarse amor. Los amantes van inventando palabras en el diccionario con sus cuerpos, con sus caricias y sus pecados van creando nuevos pecados. Yo me dedique a contar historias que hablen del amor y sus demonios, viví la vida que quise, vencí mis temores y casi siempre mantuve los pies sobre la tierra. Sin embargo, aun tengo sueños donde aquella muchacha del principio de esta historia, viene llegando con su andar recatado, sus labios de niña, derramando palabras de aliento. Pero ya no puedo besarla, su boca se deshace con el viento cuando logro acercarme. Y aquella avenida Vallejo ya no sabe mas de ella, dicen que se caso un día y tuvo una hija, que después de todo llego a ser psicóloga y ahora vive en una casa grande, con jardines, pero sin veredas. Es que los amores cobardes no llegan ni a historias.... se quedan allí. Y los piratas un dia abandonan sus barcos, para detenerse a escribir sobre la nostalgia de lo que no pudo ser.
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