Así fue como pasó, no se pudo evitar el desenlace, el destino lanzo sus cartas mas crueles y se marcho por la ventana. Yo, un tipo manso y tranquilo, con mucha mas cobardía que dignidad, decidí jugarme mis últimos cartuchos sin importarme perder lo poco que me quedaba. Es que la amaba tanto, que toda mi vida estaba llena de ella, yo existía solo para ella, mi vida entera era un paréntesis dibujado con signos mayores incrustados de su nombre. La amaba tanto que mi cuerpo era una ofrenda a su belleza, un sacrificio humano donde mi alma y corazón se derretían en el fuego de su pasión. La conocí en aquel bar de siempre, bebiendo entre amigos, me presente con ella y le jure que mis ojos no habían visto semejante dulzura hasta haberla conocido, le prometí que algún día seria mi novia, y que mi casa seria su refugio, donde cobijaría sus suspiros, su vida entera. Ella acepto con el pasar de las semanas, aunque los amigos hablaban de su pasado oscuro, nunca me importo, yo sabia que éramos el uno para el otro y ese amor seria para siempre.
A veces el amor te vuelve ciego ante los demás, te quita el poco sentido común que te queda y hace de ti un ser sin remedios ni escrúpulos. Por que nunca quise hacer caso a los comentarios que decían que ella se seguía viendo con su ex amante, en mi propia casa mientras yo trabajaba. Ella siempre me lo negó, así que no tenía porque dudar de ella, yo si sabia tratar a una mujer. Pero un día, salí ebrio del bar, enojado por haberme peleado con alguien que se atrevió a insultar a mi mujer. Así que me fui a mi casa para verla, y probarme a mi mismo que ella no es como dicen los demás. Y no pude creer lo que estaba viendo, ellos estaban desnudos en mi cama, haciendo el amor, ahogándose en gemidos y pudores. Ella era la luz de mi vida, mi corazón le pertenecía, mis manos sangraban trabajando por ella, para que no le falte nada, pero todo el tiempo me fue infiel, traiciono mi hombría, mis sentimientos y mi orgullo. Lo demás tenia que suceder, cogí un cuchillo de la cocina y entre a la habitación para salvar mi honor, quise limpiar mi hombría con su sangre, y la ataque cuantas veces no recuerdo, solo tengo en la memoria de que ella lloro en mis brazos pero nunca pidió perdón. Su sangre se mezclo con mis piernas mientras apretaba su cuerpo, aun incrédulo de la locura que había cometido.
La mujer de mi vida, la que llenaba mi existencia, yacía muerta entre un charco de sangre, bajo mis propias manos. Cuando quise reaccionar ya era tarde, el amante había cogido el cuchillo y mientras yo lloraba abrazando el cuerpo de mi amada, me clavo el puñal por la espalda, tantas veces que mis gritos se oían cada vez mas despacio. Para luego marcharse por la ventana, huyendo despavorido.
Así fue como sucedió, no se pudo evitar el desenlace, mi dignidad pudo mas que mi cobardía y lance mis ultimas cartas. Ahora estoy aquí, muriendo de a poco, sin dar gritos de auxilio, cumpliendo mi castigo como el hombre que soy, no quiero que nadie venga a salvarme, no quiero que nadie vea lo que hice en esta habitación. Salve mi honor y ahora moriré con el, abrazando el cuerpo de la mujer que alguna vez jure amar para toda la vida, esperare el silencio final que se la da a los cuerpos inertes.
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