- Hola me llamo Fabrizio, soy poeta y sueño un día escribir un libro. Me gusta tocar la guitarra, dibujar imágenes surrealistas y oír a Silvio Rodríguez. (dice él)
- Hola soy Yolanda, no leo poesía, estudio para profesora, me gusta bailar y no se quien es Silvio Rodríguez. (dice ella)
- Me gustaría acariciar una rosa solo para ver si es tan espinosa como tu naturaleza, tu belleza parece romper barreras y me invita a soñarte conmigo, viajando por la vida en el mar infinito.
- Te confundes conmigo. Las rosas tienen espinas, yo no las tengo, aunque si tocas ciertas partes, podría salir herido, pero me gustan los viajes, menos los de altamar.
- Te invito un café, mientras me hablas de tu vida y tus metas, yo te hablare de las mias, me gustaría conocerte y saber más de ti. Talvez tengamos muchas cosas en común.
- Esta bien, te espero en la Cafetería de la calle Mendiola, nos vemos a las nueve, procura llegar a tiempo porque no me gusta esperar.
Ambos se conocieron a las nueve en aquella cafetería, luego de dos horas, tres cafes y cuatro cigarrillos, salieron a caminar por las calles del Olivar, el le presto su abrigo, ella la abrazo por los efectos del frió. Luego se besaron en aquel parque donde hay poca luz, se mezclaron en caricias y decidieron pasar la noche en el hotel “Luna llena” que quedaba en la esquina. Nunca encontraron cosas en común, solo muchas ganas de vivir y sentir que no estaban solos en el mundo.
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