viernes, 11 de junio de 2010

YO, EL CONFIDENTE

El la amaba mas que a nadie, hizo muchas cosas por ella que nunca antes había hecho, se corto el cabello, se quito las uñas largas, echo a la basura el arete que llevaba en la oreja izquierda, regalo sus camisetas de fútbol y empezó a comprarse camisas. Pero sin embargo, había un abismo que los separaba: el estatus social.

Mientras el iba caminando hasta su trabajo, un taller de mecánica, ella tenia un auto con chofer que la llevaba a donde quisiera ir. Él quería ganar mas dinero para ayudar a sus padres, los padres de ella tenían muchos planes para su hija, llevarla a las mejores escuelas, el mejor internado o quizás una universidad en el extranjero. Él solo buscaba amanecer al día siguiente y respirar, quizás algún día ser alguien, tener comodidades y viajar a donde quisiera viajar.

El la amaba como a nadie, hubiera hecho muchas cosas más por ella, pero no lo dejaron, a los pocos meses sus padres se la llevaron a Estados Unidos para que sea una chica de bien, y no la novia de un pelagatos que “nunca llegará a ser alguien en la vida”. Se dijeron adiós una mañana de Agosto, ella tenia quince años y el catorce. Un abrazo sello la despedida, prometieron volverse a ver, escribirse cada fin de semana, luchar porque el amor es para toda la vida. A esa edad, el amor siempre será para toda la vida.

Pero nunca mas volvieron a verse, han pasado más de veinte años después de ese abrazo. El presente es lo que manda, ahora él esta casado con una bella mujer que conoció en la universidad, ahora ya es alguien, tiene un coche nuevo, un depto cómodo con ventana hacia la calle y se esta tomando una copa de tequila frente a mi, contándome esta historia que dice que jamás se lo ha contado a nadie. Y ella… nunca más supo que fue de ella.

2 comentarios:

kalima dijo...

Mas de un mes de ausencia, pero llego y veo que como siempre tu talento narrativo sigue arrancando las páginas de este maravilloso blog.

Un beso desde España

Teperepe dijo...

Una historia de telenovela mexicana...jeje.
¿Sabes? Te he imaginado en pleno centro de México, buscando la manera de extraer de alguien un motivo para escribir. Tal vez te suceda lo que a mí, cuando voy a tomar un café por ahí, sola y meditabunda, tomando de cualquier transeúnte un poco de su vida para plasmarlo en un poema.


Abrazos enormes René
Tere