Entro a la iglesia San Jerónimo, recorro los pasillos y me detengo a mirar las flores que dejan los fieles. Nunca me gustó regalar flores, ni siquiera en mis momentos más trágicos. Pero la gente cambia de acuerdo al cristal con que mire, o también por los años que ha vivido.
Llego al pasadizo final, camino al altar y me encuentro con la imagen de Cristo, entre clavos y espinas, me arrodillo ante su imagen como no lo había hecho hace más de veinte años. Cuando era apenas un niño, y solo creía en lo que me decía mi madre.
Mientras veo la imagen de dios que al parecer se ha dado cuenta de que he llegado, lo miro fijamente, empiezo a orar en silencio y le digo: “eres tú quien esta moviendo las fichas de mi destino?. Porque si es tu mano quien me guía… por favor no me dejes caer esta vez”
Llego al pasadizo final, camino al altar y me encuentro con la imagen de Cristo, entre clavos y espinas, me arrodillo ante su imagen como no lo había hecho hace más de veinte años. Cuando era apenas un niño, y solo creía en lo que me decía mi madre.
Mientras veo la imagen de dios que al parecer se ha dado cuenta de que he llegado, lo miro fijamente, empiezo a orar en silencio y le digo: “eres tú quien esta moviendo las fichas de mi destino?. Porque si es tu mano quien me guía… por favor no me dejes caer esta vez”
No hay comentarios:
Publicar un comentario