sábado, 5 de junio de 2010

ATERRIZAJE

La tarde me cobijo en su manto gris, aunque la temperatura es alta en el DF, los cielos han tomado un color medio oscuro, como si supieran que he llegado con medio corazón. Bajando del avión no hay nadie en la sala de espera, solo un tumulto de gente que ve llegar a sus amigos, sus parientes y sus amores ahora ya no tan lejanos.

Yo no tengo a nadie quien me reciba con un abrazo, ni con un obsequio o con un “te extrañe tanto”, lo supe desde que subí a este avión que no sabe de locuras, ni de sueños ni de nada. La tarde en México se ha puesto triste, como si no quisiera hablarme, justo ahora que traje tantas preguntas en el equipaje.
A lo lejos veo un cartel con mi nombre, una sonrisa de bienvenida y un apretón de manos. Parece que no estaré solo en este viaje. Tengo una cama tibia, tres almohadas y una laptop donde podré contar mis memorias en este humilde blog que se ha vuelto como mi hijo, como mi fiel compañero, aquel que no se atrevería a mentirme, que nunca me va a dar la espalda.

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