Dejo media vida fuera de las maletas, dejo una canción como bandera, una cicatriz todavía fresca y una frase memorable colgada del cuello. Me llevo los besos que en noches obscenas cayeron por mi ventana, mi palabra empeñada de no escribir más infidencias, me llevo el olor de sabanas tibias, el perfume de una mujer que no desea ser nombrada, me llevo heridas de guerra, arañazos en mi espalda, la garganta inflamada y mis dedos cansados de contar tantas historias.
Me llevo las trasnochadas en Garibaldi, los rezos en la Catedral, los gritos en el Zócalo, los poemas inspirados en los metros, los desayunos con Raquel, los paseos con Eva, las tardes con Gisela y las noches con Gabriela. El sentir de sus calles, el silencio de sus plazas, la fe de su basílica, todo entra en las maletas, esta mañana que despertó en una lluvia con sabor a capítulo final.
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