sábado, 2 de mayo de 2009

MI PRIMERA PELEA

Nunca fui bueno para las peleas, siempre trataba de rehuir a los pleitos y las disputas, nunca tuve un hermano mayor que me enseñe a pelear, solo un amigo que vivía frente a mi casa lograba defenderme a veces, así que tuve que recibir muchos golpes para que al fin pueda aprender a defenderme. Talvez nunca encontraba una razón valedera para meterle un puñete a alguien, era aun muy niño y solo quería jugar a la pelota o a las canicas.

Sin embargo una vez si logre pelearme, cuando tenía apenas 6 años estaba jugando con los amigos de mi calle a los policías y ladrones, corriendo por toda la calle lanzando gritos y sirenas de patrullas, cumpliendo con nuestro deber de niño, luciendo nuestra inocencia regada por las aceras de las calle Robledal. Willy y Hugo eran hermanos mellizos, tenían la misma edad que yo y estudiaban en la misma escuela, esa noche Hugo me enseño en su mano un tronco de madera casi de su mismo tamaño y que me parecía muy familiar. Mi madre solía usar ese tronco para trancar con tablas de madera el agujero inmenso que tenía el muro de la parte trasera de mi casa, a la cual mis hermanas y yo la llamábamos ventana, cada día antes de que anochezca mi mama cubría ese agujero para que no nos pueda llegar el frió nocturno y podamos dormir tranquilos.

Yo reconocí ese tronco al instante, pensé que como mi casa no tenia cerradura y siempre andaba media abierta, en algún momento que no me di cuenta, Hugo tomo el tronco de mi casa para ponerse a jugar con el. Lo curioso es que luego de terminar el juego, no me lo quiso devolver cuando se lo pedí, me dijo que se lo llevaría a su casa para seguir jugando, a lo que yo me opuse y hasta lo amenacé con quitárselo a la fuerza si no me lo devolvía, su hermano Willy escucho la amenaza y me reto a que no podía con los dos. Yo pensé en mi madre y lo que sentiría ella al no poder cubrir ese agujero de mi pared, al saber que no iba a proteger a sus hijos del frió y que no podríamos dormir por estar congelados, no se como lo hice pero pude con los dos, los golpee a ambos hasta quitarles aquel viejo tronco de madera que me pertenecía, Willy y Hugo se fueron a su casa con los pantalones sucios y las camisas rotas.

Y me fui contento a mi casa con aquel tronco en la mano a decirle a mi mamá que ya no busque más, porque ahora ya podrá cubrir nuestra “ventana” y tenerla bien trancada. Mi sorpresa fue grande cuando note que aquel agujero de mi pared trasera ya estaba bien cerrado, pues mi mama le había puesto el tronco de siempre, el cual note era muy parecido al que yo tenía en las manos. Había golpeado a mis amigos por una penosa confusión, pensando que estaba defendiendo la propiedad de la familia. Pero lo bueno de ser niños es que olvidamos rencores muy rápido, a la mañana siguiente Hugo, Willy y Yo volvíamos a correr juntos por el patio de la escuela como tres aves libres de todo pecado, sin dificultades ni reclamos, aunque ahora ellos sabían… que no me podían hacer enojar demasiado.

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