jueves, 14 de mayo de 2009

EL SUR TAMBIEN EXISTE


Oscar salio del trabajo y como todos los viernes se detuvo en aquella esquina de la avenida Colmena para entrar al lugar de siempre, luces de neón le decían “Bienvenido”, cortinas de tiras ruidosas, luces tenues y de colores adornaban cada rincón del local, de fondo se puede oír la canción “Un día sin ti” de Roxette. Entonces llega ella con su traje rojo y transparente, mirando hacia todos lados y acercándose al escenario, ahora ponen “Pudo ser amor” también de Roxette mientras se quita los guantes y se suelta el cabello, ella se hace llamar “Gatubela” pero como todas las chicas en ese lugar, también tiene una historia anterior.

En los últimos años de la escuela Verónica y Oscar eran novios, ella quería ser aeromoza y viajar por todo el mundo, él quería ser futbolista y ganar mucho dinero, escondiéndose de los profesores solían refugiarse en el jardín trasero del colegio y donde nadie los pueda ver, el solía besarla y decirle al oído: “Algún día me casare contigo”, ella solo sonreía y lo abrazaba muy fuerte. La escuela termino, los padres de Verónica se separaron y su mama se la llevo a vivir a otra ciudad, Oscar no pudo siquiera despedirse, su vida se volvió un desastre, un accidente lo lesiono hasta alejarlo del fútbol, se dedico al alcohol y a trabajar 10 horas diarias en el taller de su tío.

No se volvieron a ver hasta ocho años después cuando Oscar por buscar diversión de una noche, entro a un night club donde la vio bailar y desnudarse frente toda la gente, ahora la llamaban “Gatubela”, los recuerdos lo invadieron, se le vino a la memoria las tardes donde se escondían en el jardín trasero de su pequeña escuela. El se acerco por la espalda, la tomo del hombro y le dijo: “Por fin pude encontrarte, no sabes como te extrañe”. No hubo preguntas, no se juzgaron por lo que hicieron en el pasado, no hubo reclamos, solo existió un abrazo muy fuerte entre ambos que lo perdonaba todo.

Desde aquel día, todos los viernes por la noche él se acerca a ese lugar para saber de ella, para verla bailar y tomarse unos tragos, no hablan del futuro, ni de un amanecer junto al otro, lo que ella gana apenas le sirve para vivir y tiene miedo de no encontrar un trabajo mejor, el sueldo de él se pierde pagando las cuentas, cancelando algunas deudas y piensa que no encontrara otro trabajo extra porque no sabe hacer otra cosa. Ellos no se hacen ilusiones, solo les importa verse por un par de horas a la semana y ser felices a su manera. Ahora se oye la canción “Cuando un hombre ama a una mujer” de Percy Esledge, él la toma de la mano y la saco a bailar en medio de toda la gente que no entendía nada (es que ellos nunca entienden nada). Y mientras la abrazaba muy fuerte como aquellas tardes en su escuela donde no tenían en el
alma nada mas que sus inocencias, mientras olía su aroma a mujer salvaje, podía sentir el llanto de ella que parecía recordar lo mismo, él la miro a los ojos, seco sus lagrimas con sus manos y le dijo muy tiernamente: “Algún día me casare contigo”.

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