Mis brazos están cansados de soportar el mundo, mis ojos se irritan de tanta luz diurna, mis pies van andando su camino sin rumbo bajo el sol de la tarde, estoy pidiendo un respiro, un oasis donde pueda cargar energías y seguir enfrentándome a la vida. El reloj me dice que no hay tregua, que solo sobreviven los que se mantienen de pie.
Entonces cae la noche con su manto de terciopelo azul, me acaricia las arrugas y me seca el sudor, aparta la luz solar de mis ojos para colocar la luna dos pasos detrás de mi para iluminarme sin molestar. Me quito los antifaces, escondo el cansancio en alguna calle sin nombre, me pongo el abrigo, enciendo un cigarrillo, respiro hondo sin hacer ruido y me pongo a andar sobre este mundo tan mundano, bohemio y pagano que es la noche… mi dulce noche.
Entonces cae la noche con su manto de terciopelo azul, me acaricia las arrugas y me seca el sudor, aparta la luz solar de mis ojos para colocar la luna dos pasos detrás de mi para iluminarme sin molestar. Me quito los antifaces, escondo el cansancio en alguna calle sin nombre, me pongo el abrigo, enciendo un cigarrillo, respiro hondo sin hacer ruido y me pongo a andar sobre este mundo tan mundano, bohemio y pagano que es la noche… mi dulce noche.
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