Ella sueña con ángeles que la rodean dándole la bienvenida, el silencio cae despacio sobre sus hombros débiles y fríos, su cabello reposa bajo su pecho quieto, la memoria solo es un leve suspiro que sale por la ventana, ya nadie le dice nada, solo la voz de alguien que logra susurrar: "solo esta dormida".
El toma su mano y atrapa sus dedos, la mira fijamente y anhela abrazarla, desea extrañarla al día siguiente cuando tenga que ir a trabajar, cuando la vida recupere su ritmo perdido después de tanta oscuridad.
Ella ya no hace planes, su agenda ha sido abandonada la noche anterior, después de soltar una lagrima como dibujando un adiós, no sabe de gestos, ni de dulces misterios que pueda soñar, entiende de besos, de eternos sucesos que rimen con amar. No quiere palabras, ni promesas vanas, no quiere milagros, no los necesita a donde va.
El tiembla de miedo, se ahoga en el viento, resume su vida sin mirar atrás, recuerda aquel lecho, cuando era su protagonista principal, descifra destinos, inventa caminos que lo puedan ayudar. La habitación ya no esta tan vacía, ha llegado visitas que hablan de ella, de lo mucho que fue o de lo que ya no será.
Ella se entiende con las flores, como si fuesen del mismo país y hablasen el mismo idioma, siempre le gustaron las rosas blancas, porque decía que le recordaban a su madre. Hoy los pétalos le dejan sonrisas sobre aquella sabana tibia, bajo la luna llena que pronto se alejará.
El fabrica un gesto como de sonrisa, la mira con tanto amor como minutos tiene el día, confiesa que la quiso como si fuese lo único valioso que pudo tener, deja caer una lágrima delante de toda la gente que ha venido para su despedida. Ella yace muerta sobre la cama tendida, el permanece a su lado, tocando su mano, y todavía susurrando... "solo esta dormida".