sábado, 21 de noviembre de 2009

EL SUR TAMBIEN EXISTE


Joaquín y Facundo se detienen en una avenida del centro de la ciudad, miran a toda la gente a su alrededor pero la gente nunca los mira a ellos, son como invisibles en un lugar invadido por el ruido y el caos. Cada uno carga su propia historia sobre la espalda, Joaquín es el cuarto hijo de un padre que no los quiso criar y de una madre que no los puede criar, porque el dinero no alcanza, porque la vida es más dura a veces, Facundo sin embargo tiene a sus dos padres, pero no de la forma que hubiese deseado, mientras el papa se emborracha cuatro veces por semana la mamá nunca está con él de noche, porque a esa hora es cuando trabaja en esa calle oscura donde todas tienen un precio.

El color rojo en el semáforo les da la señal de que ya son hombres, hay que buscarse la vida como sea. Mientras Joaquín coge su trapo azul para limpiar el parabrisas de los autos, Facundo hace piruetas arriesgadas en la pista frente a todos los autobuses tratándose de ganar su simpatía. Nunca sonríen, para ellos la vida es algo serio y su trabajo un modo de supervivencia en ese mundo que aun no terminan de comprender. Llega la hora de estirar la mano o pasar el sombrero, pero para mucha gente ellos aun siguen siendo invisibles, solo llegan a contar seis monedas pero no se desaniman, piensan que a la próxima les irá mejor, porque alguien les dijo que la esperanza es lo único que les iba a quedar después de todo.

El color verde en el semáforo los regresa a su realidad, los autos sigues su marcha y Joaquín se deja caer sobre Facundo, este le tira un poco de agua en la cara, forcejean libremente hasta caer sobre el césped que está en medio de las autopistas, Facundo le quita el zapato a Joaquín y lo lanza lo más lejos posible, este arranca un poco de césped y se lo mete por la espalda a su amigo mientras los dos caen al suelo muriéndose de la risa. La vida les sonríe aun dentro de su pequeño mundo. Pueden ser felices aunque sea por cinco minutos siendo lo que son, Joaquín apenas tiene seis años pero que ha llorado más veces de lo que ha reído, Facundo tiene ocho y espera algún día sonreír con el alma. Ambos desean con todo el corazón, un día dejar de ser invisibles.

El semáforo vuelve a mostrar su color rojo, los autos se van deteniendo, Facundo y Joaquín guardan su niñez en el bolsillo junto con sus risas… es hora de ser hombres.

1 comentario:

Lovely dijo...

Me has roto el corazón con tan triste historia, y es cierto, hay veces en que la vida es dura y muy complicada, que no se encuentra sentido de vivir, y muchas otras veces los errores de los padres hace que los nenes paguen en un futuro, en fin, solo nos queda rezar por tan nobles almas, por todos los niños del mundo, que hoy no tienen a donde ir a dormir o no tienen que comer, un beso =)