He caminado descalzo en la oscuridad, sin el temor de golpearme o pisar algún vidrio roto. He salido gritando a la calle, pidiendo perdón por los pecados que cometeré algún día. He aparecido ebrio en mi puerta, con las rodillas sucias y los zapatos de barro, llenando de pretextos la acera. Yo no debí ser aquel que murió anoche, todavía me quedaban morir dos veces mas, antes que termine el invierno.
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