“La patria es un invento…” me decía mi amigo “Lecherote” mientras bebía su trago del pico de la botella. “Nos quieren hacer creer que pertenecemos a un lugar, cuando no pertenecemos a ninguna parte, ni siquiera a nosotros mismos. El día menos pensado alguien te apunta con un arma y decidirá por ti y todo tu futuro” continuaba mientras su botella lucia cada vez mas vacía. Pienso que debe haber un truco para convencernos a todos, una treta que se esconde entre líneas para mostrarnos que cada país es distinto, que hay una razón especial para levantar una bandera.
Cuando salí de mi país, descubrí cosas que eran tan semejantes, que me pareció apenas haber doblado la esquina. Tanta pobreza, tanto grito de injusticia, tantos sueños por cambiar su vida. La gente de México, Argentina o Colombia, hoy derraman lágrimas por lo mismo que lloraron ayer Francia, Italia o Checoslovaquia. Las banderas se agitan como puños de lucha, flamean con el nombre de sus muertos y las arengas de sus vivos, perdemos la memoria tan rápido que me asusta.
“Pero si tuviera que elegir un lugar donde nacer, volvería a escoger este. No hay mejor lugar en el mundo que este pedazo de oscuridad, este cofre de miserias donde puedo beber y dormir cuando me da la gana. Donde pueda amar en cualquier esquina con solo dos billetes y un condón. No, yo amo este país, que viva el Perú carajo!!” concluía agarrotado mi amigo, viendo su botella vacía, maldiciendo no tener más monedas en el bolsillo. Me marcho en silencio, dejándolo dormir en aquella banca del parque “Revolución”, dejándole tres monedas en el bolsillo para que pueda comer algo cuando despierte. El nombre Mario nunca significó nada especial hasta que alguien le puso Benedetti al final. Pienso que la patria es como el nombre que nos dan desde chico, hacemos mal en negarla o recriminarla, solo nos queda luchar para hacerla celebre, para engrandecerla con nuestros actos y pintarla del color que más nos guste, como ese hermoso rojo y blanco con que flamea desde mi ventana… Te quiero Perú.