Entrando al hotel al caer la tarde, ella mira su reloj haciendo planes para la noche, mientras él se mira solo frente al mar con una cerveza en la mano y silencio alrededor. Las cortinas se cierran despacio, las sabanas se ponen tibias al cobijar dos cuerpos deseosos de compañía, la luna se oculta entre la neblina como evitando ser testigo del peor engaño al amor.
Ella lo llena de besos y caricias, él no desentona a su gótica canción, responde con juegos macabros de sadismo y dolor, se enredan simétricamente sobre la cama lúgubre, dibujan huellas imborrables sobre sus cuerpos de cartón, tan frágiles como las verdades que sueltan al viento. Hablan del amor y el futuro que esta por venir, se dan sus números telefónicos, acuerdan verse el próximo fin de semana, prometen regalarse algo en sus cumpleaños y se dicen “te quiero” para terminar de coronar sus mentiras.
Después de todo solo somos cuerpos en busca de compañía, la soledad nos previene del frió pero no nos abriga, el silencio nos deja respirar pero hace falta mas que un respiro para poder subsistir. Ella se ducha, se viste y se maquilla, él le dice que se adelante pues prefiere dormir un poco, ella sale por la puerta y al cerrarla deja caer un silencio acogedor, que abriga por un instante, solo por un instante, su alma inconsolable.
Ella lo llena de besos y caricias, él no desentona a su gótica canción, responde con juegos macabros de sadismo y dolor, se enredan simétricamente sobre la cama lúgubre, dibujan huellas imborrables sobre sus cuerpos de cartón, tan frágiles como las verdades que sueltan al viento. Hablan del amor y el futuro que esta por venir, se dan sus números telefónicos, acuerdan verse el próximo fin de semana, prometen regalarse algo en sus cumpleaños y se dicen “te quiero” para terminar de coronar sus mentiras.
Después de todo solo somos cuerpos en busca de compañía, la soledad nos previene del frió pero no nos abriga, el silencio nos deja respirar pero hace falta mas que un respiro para poder subsistir. Ella se ducha, se viste y se maquilla, él le dice que se adelante pues prefiere dormir un poco, ella sale por la puerta y al cerrarla deja caer un silencio acogedor, que abriga por un instante, solo por un instante, su alma inconsolable.
Él se viste y apaga la luz al salir de la habitación, al cerrar la puerta deja caer a proposito el papel donde ella le dejó su número telefónico, como queriendo enterrar para siempre lo que vivió en aquel cuarto. Pero luego notó que su papel cayo exactamente donde había otro papel tirado, era una hoja escrita con su puño y letra, era su número telefónico que ella también había dejado caer a propósito… un leve suspiro inundó su alma fría y solitaria.
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