Sentado aquí, viendo la lluvia caer, puedo ver lo simple que se hace la noche cuando pienso en ti, como aquellas gotas de rocío suelen adornar el viento y los transeúntes abandonas las calles a medida que sube la marea, dejando un brillo insolente en las aceras, un aroma a melancolía que luego nadie podrá borrar.
Escribo sobre la llovizna nocturna, sobre el viento y las calles vacías, sobre el brillo y los aromas que toma la vida, buscando desvíos a mis palabras que son solo flechas sin destino, un sinnúmeros de plegarias, una vasta porción de suplicas, un deseo inmensurable de que aparezcas por esa puerta y que me digas de una vez por todas: “volví para quedarme”.
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