
Parecía un vigilante de la noche, desde ese lugar tan alto podía ver los parques, las calles aledañas y las avenidas principales. Niños jugando a la vuelta de mi casa, los autobuses estallando en ruidos molestosos cerca de mi, ladrones huyendo con alguna cartera en la mano y pandillas peleándose a morir. Pude distinguir a lo lejos a mi vecina encontrándose en una plaza con un tipo que no era su marido, recibiéndose con un beso muy apasionado para esconderse en la oscuridad, observe como un tipo sentado en una banca ofrecía paquetes de droga a los chicos del lugar, pude ver muchachas llenas de maquillaje rondando en la misma calle deseando ser abordados por algún tipo con nombre falso y billetera llena. Y pude ver también a una pareja de amantes desde su ventana con cortinas abiertas, jurándose amor eterno, aquellos amantes no suponían ni en sus peores fantasías que alguien con unos binoculares como yo podría estar observando desde aquel lugar tan alto.
La noche es el escenario de los pecados, el momento de los ladrones, las pandillas y los horrores. También es el momento de los amantes, aquellos que se ocultan entre los muros y terminan refugiados en hoteles clandestinos, dándole un espacio al amor un día a la semana para poder sobrevivir, aquellas personas que andan en busca de caricias que a veces son vendidas al mejor postor, labios que se cierran para ser besados por otros labios, corazones que cierran los ojos al mundo exterior.
La noche seguía su destino desde mi ventana, Los chicos dejaron de jugar a la pelota, los ladrones nunca fuero

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