viernes, 5 de septiembre de 2008

LOS OJOS QUE LLORARON

Yo era todavía un niño cuando todo esto empezó, el terrorismo ataco mi pais con tanta violencia que vivimos un infierno, apenas tenia seis años pero ya podía saber lo que era el miedo. Aprendí a tener siempre un paquete de velas debajo de la cama, a correr de prisa hacia mi casa a la primera explosión que escuchara y sobre todo aprendí a rezar y pedirle a dios que acabe con tanto temor y desolación.
Vivía en una calle muy pobre pero llena de amigos, chicos que sentían el mismo miedo que yo ante tanto ruido estremecedor. Y hubo noches en que nos juntábamos entre todos, alguien sacaba la linterna de sus padres y cuando se iba la luz jugábamos a contar historias de fantasmas, aprendimos a reírnos por sobre todas las cosas y cuando se oía la explosión de una bomba no podíamos evitar quedarnos todos callados, pero los mas grandes siempre tenían una palabra de aliento: “esa bomba se oyó muy lejos, no se asusten porque seguimos todos juntos y ellos no se atreverían a meterse a una calle tan pobre como esta”, fue la primera vez que agradecí haber nacido pobre.
Pero el terror aun comenzaba, pronto me di cuenta que ni los pobres estábamos libres de morir despedazados por un coche bomba, yo era muy pequeño para entender por que alguien bombardeaba mi ciudad y también me daba miedo preguntar, creía que la ignorancia era la mejor medicina para calmar tanto miedo. Pero aun recuerdo aquel día en que Salí con mi padre y vi ante mis propios ojos como dos sujetos salían de un auto y segundos después este explotaba en pedazos ante la vista de toda la gente que pasaba. Todos pensamos que el auto estaba vació pero para horror de la gente alguien salio de aquel auto y se arrastraba hacia fuera pero solo pudo llegar hasta la puerta y cayo tendido sobre el pavimento. Mucha gente corrió a auxiliarlo pero al llegar hasta el auto se dieron cuenta que era muy tarde, toda la gente que estaba ahí no podía dejar de temblar ante lo que vieron, el pobre hombre estaba hecho pedazos, sus extremidades estaban regados por todo el auto, lleno de sangre no podía ni pronunciar una sola palabra, solo podía soltar una lagrima de sus ojos que talvez solo yo vi. Aquel pobre señor estaba muriendo y toda la gente a su alrededor solo tenia fuerzas para llorar mientras daban una oración parecida a las que yo hacia cuando me metia debajo de mi cama.
Me acostumbre a la oscuridad después de las seis de la tarde, a las historias de miedo que se mezclaban con risas entre los amigos de mi calle, me acostumbre a rezarle a un dios que nunca vino a salvarme de tantas bombas, de tanta violencia, de tanto dolor. Me acostumbre a tantas cosas pero nunca me acostumbre a creer que esto seria para siempre, los niños de aquella época teníamos una chispa que nos invitaba a soñar que todo esto cambiaria algún día... pues nuestros ojos ya habian llorado demasiado.

No hay comentarios: