En una calle de Medellín, donde las mujeres son tan bellas como las flores, vivia alguien que alguna vez se cruzo en mi camino, tenía apenas cuatro años más que yo pero mucha vida por contar, tan hermosa y divina, se asomaba por una ventana llamada internet, donde las almas solitarias buscan un refugio. Me dijo su nombre, su teléfono y dirección, me pidió que la buscara un día cuando ya no encuentre el amor, me ofreció su casa, sus secretos y la mitad de su vida, por si me animaba a vender mi corazón.
Pasamos semanas enteras, contándonos lo que hizo la vida de nosotros, le conté de mi niñez, de mis días de escuela, de mi primera ilusión y mi primera decepción, ella me conto de sus lunas llenas, de mareas bajas, mareas altas y de la niña que un día llego para iluminar su habitación. Me conto de las mentiras que dañaron su alma, del adiós de un amor que ya no regreso, de la desdicha que deja el silencio cuando dos personas olvidan la pasión, yo solo la entendía o trataba de entenderla, buscaba respuestas que calmen su dolor, le dibujaba poemas que hablaba de esperanza, de sueños logrados y de paz interior.
Recuerdo haberla encontrado por última vez en mi ventana un día antes de su cumpleaños, me dijo que tenía que viajar por un tiempo a un lugar lejano, pero que volvería para seguir nuestras charlas, contarnos más secretos, soñar juntos de nuevo. Pero pasaron muchos años y ella jamás volvió, no me escribió ninguna carta, ni me dejo mensajes en el contestador. Tal vez su viaje fue más largo de lo que pensé, quizás busco en la eternidad una huida a su soledad, Pero yo deseo creer que encontró a alguien que la pudo hacer feliz, porque cuando pasan esas cosas, te olvidas de todo lo que está a tu alrededor, porque nuestras vidas toman nueva forma y ven solo lo que necesitamos ver.
Porque yo también la había olvidado hasta hace apenas unos días, en que encontré un papel con su nombre, teléfono y dirección, y recordé su deseo de que yo vaya a buscarla cuando ya no encuentre el amor, poder habitar su casa, tener sus secretos y la mitad de su vida, cuando aquella noche… no le quise vender mi corazón. Donde quiera que estes Julianna, este animal nocturno ya aprendio a extrañarte.