Ella dibujo una mueca detrás de su ventana, en aquel lugar donde se pone a sonreír cinco minutos por día, ella escucha como el silencio deja susurros por toda la casa, es la vida que pasa. Sentada frente al teléfono escribe las promesas que alguien mas le dicta a lo lejos, un beso en la mejilla, un abrazo interminable, un paseo por la playa y muchas ganas de amar.
Ella sonríe, siempre sonríe cuando lo ve llegar, en forma de timbre de llamada a larga distancia, y se confunde en horas inmensas de charlas amenas, ella queriéndolo ver tan cerca para sentirse mas fuerte el sonido de su voz, él se encuentra a varias ciudades de su pequeña habitación, pero no sabe que las distancias son frutos fugaces, que alimentan las penas y adornan las palabras, son piedras del camino que dan gusto sobrellevar, las distancias son frases de un diccionario que aun no se terminaron de inventar.
Ellos hablaran del pasado que les negó un destino juntos, del presente que les da una oportunidad y también hablaran del futuro que es un sinnúmero de viajes al azar. La noche llega a su éxtasis, los relojes se volvieron cómplices, las paredes dignos espectadores de aquellos dos que siguen jugando a vivir. Ella nunca dejara de sonreír (que el mundo no lo permita jamás) él sabe que llegara el día en que puedan cumplir esa promesa que se esconde en los años que les queda por disfrutar: un beso en la mejilla, un abrazo interminable, un paseo por la playa.... y muchas ganas de amar.
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