Estando entre tanta oscuridad de su vida ella sale a tomar aire y un poco de dignidad, enciende un cigarrillo, se acomoda el cabello, afloja el vestido. Espera los labios que siempre llegan, las manos que siempre tocan, los besos que no desea. Se disfraza con sonrisas y se maquilla de mentiras para ser vista en la vitrina principal de esa avenida, conoce muchos nombres pero ningún apellido, sus noches están llenas de historias fortuitas, secretos peligrosos y huidas clandestinas hacia la ilusión de los desamparados. Nadie nunca supo como se llamaba, nadie pregunto, solo querían partes de ella, retazos de deseo, gemidos con mascaras farsantes, palabras dulces que no rimen con amor.
Ella deambula entre sirenas de patrullas, entre gritos de auxilio, bajo el humo que enceguece los sentimientos, vendiendo caricias al mejor postor, sedienta de hombres que no conoce, ocultando lo poco que le queda en su interior. Ella es la mama de alguien, la hermana de alguien, la hija de alguien, pero eso a nadie le interesa, solo ven una flor nocturna que crece en el silencioso jardin de la noche. Yo solo me detuve un instante a mirar la vida de esa magdalena, encendí su cigarrillo, me quite el abrigo para cubrirla y la acompañe a su casa donde bebimos unas copas en nombre del amor. A pasado mucho tiempo desde aquel dia, aun recuerdo la hora, recuerdo la calle y recuerdo el camino hasta su casa... pero ya no recuerdo su nombre.
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