
Al salir la bese delante de todo el mundo, la bese ocultándola bajo las calles oscuras, la bese recostados en aquel parque inmenso donde se empozan los amantes. Le toque los senos hasta dejar viajar mis manos por su vientre, le acaricie las mejillas con mis labios, desplace mi olfato sobre cada milímetro de su perfume, solo para creer que no estaba soñando.
Luego de unas horas, la luna estaba por irse a dormir, las calles estaban recuperando su color habitual y ella tenia un estado de fiebre que no había remedio que la pueda curar. Pero no hicimos preguntas, no buscamos destinos, no intentamos hacer caminos, donde solo hay tempestad. Si las cosas suceden, tienen una razón aun inexplicable para pequeños amantes como nosotros. Tal vez sus labios tenían de llegada los míos aquella noche, quizás nuestros corazones habían planeado

No hay comentarios:
Publicar un comentario