Detrás de los cristales vienes llegando en forma de lluvia, sabia que me extrañarías, que vendrías llorando mis ausencias, a pedirme que me quede contigo, que te cobije por las noches y por las mañanas te despierte con un beso. Hacer de esto una rutina que perdure con los años.
Entre la niebla de este invierno asesino, llegas de la mano de tu sombra, cabizbaja, inconsolable. Me pides que te abra la puerta, que te sirva un café y te haga el amor en mi sala. Y que cada noche hacer de esto una rutina, que nuestros cuerpos se reconozcan, se necesiten, se ahoguen entre silencios.
Bajo la luna llena, desciendes como un ángel y te empozas en mis brazos, te aferras a mis hombros y me dices que tu vida entera sera dedicada a mi tiempo, a mi humilde existencia. Y que esto se haga rutina, que de una vez por todas llegue el día, en que amarnos nos salga tan natural que nos envidien todo aquel que nos mira.
Es de noche y solo sé de silencios, de soledades que no mueren ni en mis sueños, de penas y agonías que buscan un lugar donde reposar. Es de noche y he empezado la única rutina que me queda... pensar en ti.
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