miércoles, 3 de marzo de 2010

HISTORIA DE UNA UÑA


Tengo una uña que no le gusta a nadie, no porque sea fea, sucia o chueca, sino porque me la dejo crecer a diferencia de todas las demás. Todos me preguntan porque no me la corto, que se ve antiestético, vulgar, de tercer nivel, pero nada de lo que me han dicho me ha convencido de dejármela cortar. Algunas veces, una que otra chica me la ha querido romper doblándola, en otra ocasión, la tía y madrina de una novia me amenazaron que tenía que cortármela esa misma noche porque no iban a permitir seguir con eso, pero yo nunca he perdido la batalla de mi uña, tampoco ahonde en detalles, solo la defendía sin argumentos, como cuando se protege a un hijo descarriado.

Tenía poco más de veinte cuando conocí a Sandrita, ella era menor por algunos años, pero lo que le faltaba en experiencia le sobraba en corazón. Me quería de una manera que usualmente no estaba acostumbrado, siempre preguntaba por mis planes, por mis emociones, por las cosas que pensaba de la vida, yo muy pocas veces la interrogaba, desde el primer día me contó su historia completa y no había más preguntas por hacer, nos teníamos el uno al otro hasta que el tiempo decida. Nos quisimos de distintas maneras, ella siempre siendo honesta, frágil al viento y dócil al porvenir, yo contándole solo lo necesario de mí para no espantarla, me gustaba en serio, deseaba en el fondo que sea mi chica y que eso no cambie nunca. Pero yo ya estaba estropeado emocionalmente, sabía que terminaría haciéndole daño y eso me aterraba, además, apenas estaba en los veinte, quería seguir experimentando sobre el amor y sus distintas caras, pensé que llegando a los treinta recién podía pensar en esas cosas.

Sandrita me visitaba al trabajo casi todos los días, era muy divertido charlar con ella, a veces me espantaba a las chicas acercándose mucho, abrazándome y mordiéndome el brazo cada vez que podía, pero no me importaba, yo era feliz con su presencia. Fue entonces que un día al verme todas las uñas largas, trajo sus implementos y se sentó frente a mi mientras me cortaba una por una las uñas de las manos, pero fue dejando las del dedo meñique, luego de limarlas. Tenía las uñas más hermosas que pude ver. Mi mano empezó a gustarme, luego me trajo cremas para suavizarlas un poco, hasta quiso ponerle un brillo especial a mis meñiques. Debo reconocer que un par de veces deje que lo hiciera, como negarme a ella cuando me sonreía con sus enormes ojos verdes. Suena extraño, pero cuando alguien se ocupa de tus manos de la manera que ella lo hizo, te hace temblar de miedo, yo era muy chico y no soltaba mis emociones ni aunque me abran el pecho. No podía amarla como se lo merecía, ella necesitaba un príncipe y yo apenas era una rana, si en algún momento la hacía llorar por mi culpa nunca me lo iba a perdonar, y estaba seguro de que eso ocurriría tarde o temprano. Así es que nunca le dije que sea mi novia.

Pasaron las semanas y alguien estaba detrás de Sandrita, parecía un buen tipo según ella, y me confesó que aquel chico le había pedido ser su novia, me lo había dicho para que reaccionara y le diga que se quede conmigo, pero nunca lo hice, fui muy cobarde para amarla con todas sus consecuencias. Un mes después fueron novios y dejó de venir a mi trabajo, dejamos de hablarnos y de escribirnos. Tiempo después supe que aquel chico dejo a Sandrita por otra mujer, rompiéndole el corazón de la forma más vil. Pero no la busqué, no la llamé, ni tampoco le dejé un mensaje, creo que dentro de mí la llegue a odiar un poco por haberse ido con otro chico, no lo puedo evitar, tenía apenas veintidós años y llevaba los defectos de cualquier hombre inmaduro.

No volví a ver a Sandra por muchos años, ella tampoco empezó a buscarme. Solo me quede con aquellas uñas tan bien cuidadas, que crecían más de prisa, asustando a la gente que las miraba, era lo único que me quedaba de ella, su preocupación por partes mías que antes no me interesaban. Con los años me hice mas mentiroso, burlón, imaginario, alguien que no descansaba hasta obtener lo que quería, sin importarle cuánto daño podemos causar a las personas, alguien que solo quiere amar por una noche y huir toda la vida. Sin embargo aquellas uñas, por más feas que les parezca a la gente, por mas antiestéticas, vulgares o de tercer nivel, me recuerdan de que alguna vez yo quise sin malicia alguna, de la forma más tierna y sin interés de por medio, me recuerdan que hay personas a quien no debo dañar ni en la peor de las circunstancias, que hay personas a quienes el dolor les pesa el doble porque ya han sufrido demasiado. Es una triste filosofía, pero al menos… es la que me permite dormir en las noches

3 comentarios:

kalima dijo...

Como siempre tus relatos, tus pequeñas historias de la vida, me llegan.
Ya ves que a veces cosas que parecen insignificantes (como unas uñas) llevan detras una historia .

Un abrazo

Lovely dijo...

Que hermosa historia
y que tierna,
me ha encanto,
que bonito evento de tu vida,
lo has guardado muy bien no?
gracias por compartirlo
espero que vuelvas a verla
un beso y hasta pronto ^^

YamichiNeK-chaN dijo...

Oh T w T qué bonito!...
te comprendo en algunas partes...
pero... me gustaría poder ver
a mi ángel más seguido como ella
te visitaba T ^ T pero no puedo
y tampoco tengo el valor de
decirle lo que siento... u _ u