viernes, 25 de octubre de 2013

LA MUSA DE LOS VIENTOS

Nos conocimos cerca de la estación del metro Hidalgo, en una de las agencias del Ticketmaster. Ambos comprábamos boletos para el concierto de Calamaro. Yo suelo ser muy tímido para iniciar conversación, pero tenías unos ojos tan bellos que sentí que podría ser la única oportunidad de mi vida.

No me equivoque, supiste al instante que moriría por ti, tardaste en saludarme, pero luego toda la charla la llevaste tú. Te gustaban los libros de Cortázar, preferías la cerveza antes que el tequila, el café negro casi sin azúcar, y de los Beatles te gustaba más Paul. Almorzamos juntos frente a la Catedral y quedamos en vernos en la noche, boleto en mano, oyendo al “Salmon” y dejar la garganta latiendo en el aire.

Era casi medianoche cuando salimos del concierto, casi afónicos pero con ganas de ser eternos. Nos metimos a un bar por el centro de la ciudad, pedimos muchas cervezas, tu fumabas tanto y yo solo era el cómplice pasivo. Estábamos tan borrachos que las frases fluían y se perdían entre todo el ruido que ahogaba el lugar. Tu decías que Lennon era “la morsa” y Paul “el hipopótamo”, que dios solo era un invento del hombre, que la felicidad solo era un espejismo de los cursis, y que la mejor manera de morir era con doce pastillas y un disco de Eric Clapton.

Aquella noche te prometí hacerte feliz por única vez en tu vida, te lleve al muelle y sentados ahí, oyendo el “canto rodado”, lanzamos piedras en lo oscuro de la noche, pidiendo mil deseos, confesando lo corta que es a veces la vida. Aquella noche tú me dijiste que solo uno de los dos sobrevivirá a los años, envejecerá, pero con el tiempo olvidará  al otro. Siempre fuiste la más trágica de los dos. Yo estaba tan ebrio que te cargue para meterte a la orilla y terminamos besándonos ahí, rodeados de la brisa e hicimos el amor, ardiendo nuestros cuerpos bajo ese invierno casi satánico.

Fuimos mejores amigos por mucho tiempo, de esos que se ocultan entre sabanas y pecado. No importaba cuanto nos perdíamos, al final siempre me encontrabas, era como si el mundo fuera un laberinto hecho para los dos. Escribimos muchos cuadernos, nos tomamos muchas fotos, tengo tus dibujos de Paul McCartney tocando guitarra y tus discos favoritos de Pink Floyd en una caja antigua con candado. Tengo tu recuerdo despertando todavía mi alma, cuando siento que todo está perdido.  

La vida es una broma, me decías. No somos eternos, aunque quisiéramos. Es curioso cómo transcurre la vida, yo que no quería envejecer, ahora termino viendo las arrugas llegar mientras recuerdo todo lo que fuiste. Algún día me perdonaras por no llegar a tiempo?. Tus manos nunca fueron tan frías, ni tu corazón tan pequeño. La  vida sabrá perdonarte que lo último que le dejaste, fueron ese frasco de pastillas en tus manos mientras Eric Clapton tocaba “Tears in Heaven” en la radio (Agarrarías mi mano, si me ves en el cielo?/ Me ayudarías a pararme, si me ves en el cielo?).

Tenias razón  dios es un invento y la felicidad un espejismo. Tenias razón  Lennon era "la morsa" y Paul es el mejor de Los Beatles. Pero te equivocaste en algo.... yo nunca te olvidé. 




jueves, 27 de junio de 2013

MEMORIAS DE UN ELEFANTE I

Yo crecí en los 80, la mejor época que el mundo pudo haber visto. La verdad es que me refiero solo a mi mundo. Los mejores años que viví fueron los 80, aunque los periódicos dicen todo lo contrario.

Entre crisis económicas tan aberrantes y donde el terrorismo ganaba terreno del campo a la ciudad, yo solo me dedicaba a jugar y aprender a leer los libros que me daban mis maestros. Mi casa quedaba a dos calles de la escuela, yo no sufría el tráfico de las mañanas, ni las prisas por llegar a casa después de la salida, solo jugaba o me quedaba en el mercado juntando figuritas para mi álbum de ciencias o de futbol. Porque a mi desde muy niño me gusto el futbol y siempre fui curioso con las ciencias.

En la escuela era muy tímido y casi el más pequeño del salón, pero tenía a mi mejor amigo en el salón del frente, él golpeaba a todos por mí. Nunca hacia las tareas, tenía un tipo de “memoria fotográfica” que me ayudaba en los exámenes, recordaba lo que oía en clases y ahí nunca reprobaba. Cuando a fin de año me revisaban los cuadernos todos estaban en blanco, nunca entendieron como pasaba las pruebas. Era bueno en las matemáticas y en historia, con el tiempo termine renegando de la primera y cuestionando la segunda. Resolvía problemas lógico matemático mentalmente mientras me lo dictaban, nunca participe en un concurso porque no sabía cómo plantear las soluciones.

En casa fui un niño más travieso, rompía todo y me rompía de todo, mi mamá siempre me llevaba en la curandera del barrio para que me quitara el susto, con unos rezos y un huevo que luego partía en un vaso con agua para ver qué tan grave estaba. Me fracture el brazo, la pierna y me hice varios puntos en la cabeza pero con el tiempo y como todo en la vida uno aprende a caer y levantarse. En la calle pateaba la pelota siete días a la semana, sobre barro o sobre pista, armando los arcos con dos piedras  y no parabamos hasta que se vaya la luz.

Claro que recuerdo cuando los precios se fueron por las nubes y lo que hoy valía 100 al día siguiente valía 900, recuerdo haber hecho colas de siete calles para comprar un poco de azúcar o combustible para la cocina de mamá. Recuerdo muchas veces llegar a la casa con las manos vacías porque se terminó el azúcar y mi mama me decía que había un lugar donde todavía vendían y tener que ir para allá y hacer otra cola de siete calles.

Recuerdo los apagones, las bombas que estallaban en algún banco, torre de luz o alguna comisaria. Alguien en el barrio conseguía una lámpara y nos juntábamos los más chicos para oír historias de terror, eran las historias más escalofriantes que había escuchado. Pero por alguna razón siempre terminábamos riendo. Supongo que los mayores usaban esa terapia para que no le tengamos miedo al mundo que íbamos a conocer después. Nos reíamos del más gordo, del más flaco, del más feo, del más tonto. Nos reíamos de nosotros mismos y solo así nos aceptábamos. Había bullyng claro, también racismo, quizás también algo de depresión, pero cuando eres niño nada de eso te dura más de cinco minutos. Es por eso que no entiendo por qué ahora todos necesitan psicoanalistas. Los niños necesitan de más niños para liberar su mundo, si se aíslan o los sobreprotegen le llenas de candados el cerebro y ese mundo se distorsiona tanto, que en el momento menos pensado puede estallar.

Yo fui feliz en ese lugar tan abandonado por dios, no puedo imaginar lo difícil que fue para nuestros padres luchar tanto para que no tengamos hambre, pero sobre todo para que no tengamos miedo. El miedo es la peor herencia que le podemos dejar a nuestros hijos, porque padres cobardes solo terminan criando hijos cobardes. Y los tiempos duros hacen a las personas más fuertes. Mi padre tuvo muchos defectos pero cobarde nunca fue, mi madre tuvo tantas virtudes que las que le sobraban se los regalaba a mi padre. Y así lo fue “civilizando” y así se fue haciendo mi familia, que no era tan distinta a las demás familias que conocí cuando era chico.

El tiempo ha pasado, mis padres se mudaron a otro barrio, pero hasta el día de hoy visito a los amigos de infancia, extraño a los que se han ido y recuerdo con cariño a los que tuvieron que salir del país para buscar sus sueños. Los amigos son para siempre. Mis padres conservan la misma humildad, adornada de canas que cuentan lo mucho que han vivido. Siguen teniendo ese amor por las cosas sencillas que lo han hecho tan feliz a lo largo del tiempo. Ellos no desean llegar a la luna, sino solo verla desde alguna banca de parque o de una ventana, pero juntos, siempre juntos. Tienen esa pasión por la familia que todos sus hijos han heredado. No hay cumpleaños en que no nos reunamos y terminemos riendo toda la noche (claro, también riéndonos de nuestros propios defectos, hay cosas que nunca deben cambiar).

La vida es lo que pasa mientras haces planes, decía Lenon. Cuánta razón tenía. Mis padres se dedicaron a vivir, pues que es la vida sino una lucha constante por ser feliz. Y la felicidad son solo pequeños momentos que la vida te va dejando a cada paso, para que no te des por vencido y puedas seguir… ahora todo tiene sentido.


lunes, 13 de mayo de 2013

RECUERDOS


Tengo cuadernos que hablan de ti y de todas las demás  tengo fotos, dibujos, retratos y alguna prenda con aromas distintos. Tengo cuentos casi fantasiosos, secretos que de a poco se van abriendo como abanicos, tengo heridas que se volvieron cicatrices, canciones compuestas por amigos, discos dedicados, lugares silenciosos que si un día regreso hablarían solos, de lo que fuiste, de lo que fuimos. Tengo una vida que no pedí vivir.

Todo se fue formando como rompecabezas, como espuelas impregnadas en mi mente, dejando colores que se iban juntando para formar nuevas tonalidades. Se han tomado su tiempo pero ahí están  hablándome  dándole hincones a la memoria. Después de tanto tiempo ya casi he olvidado los detalles, fechas y consecuencias. Solo se que no hay marcha atrás  me ha costado tanto vivir, que recordar se me hace traicionero, eso de jugar al pasado muchas veces te acorrala en nostalgias y cargos de culpa ya inútiles  Como decía Sabina "al lugar donde se fue feliz, no se debe tratar de volver".

Anoche queme mi ultimo cuaderno, me despedí de mis vidas pasadas, de mis animales nocturnos y hechiceras. Quisiera ser un tipo normal, de esos que van hablando del mundo y el futuro. Amaneció y las cenizas empezaban a soltar nombres, lugares, detalles y poco a poco se fueron silenciando. Hasta los recuerdos mas tristes se resisten a morir bajo el fuego que antes lo animaba. Escuche ruidos en la otra habitación, era mi tristeza despidiéndose.

Tenia cuadernos que hablaban de ti y de todas las demás  Tenia fotos, dibujos, retratos, ya casi no quedan nombres ni lugares. Como me hace falta vivir nuevamente, disfrutar el presente y reinventarme un futuro. El tiempo hará el trabajo sucio, mientras tanto... voy desechando recuerdos.


sábado, 23 de febrero de 2013

SOLEDAD 10


Mi soledad se ha quedado en el balcón mirando la luna, ha pasado toda la noche ahí, quieta y silenciosa, solo mirando el cielo que no sabe de distancias. No quise interrumpirla, solo me recosté sobre sus piernas… y me quede dormido.

SOLEDAD 9


Mi soledad ha incendiado mi patio, ha juntado todos sus recuerdos y encendió un cerillo, no necesitó de combustible, todo su pasado estaba lleno de sucesos inflamables. No me dio explicaciones, tampoco se las pedí. Solo guardaba silencio en una esquina mientras la veía silbar una canción… una de Oceransky.

SOLEDAD 8


Mi soledad prende el televisor, mira las noticias y luego le cambia al canal de los deportes. Se asoma a la cocina y se prepara un café para no dormir. Estas madrugadas se hacen larga con mi soledad cerca de mi cama… hablándome de sus propias soledades.

SOLEDAD 7


Mi soledad se ha ido, he buscado cada rincón de la casa y no la encuentro. Cierro las cortinas, apago las luces, solo quiero dormir para no sentirme vacío. Unos labios me despiertan, unas manos que no son mías me abrigan el rostro. Aquella mirada que me llena de alegría ha cruzado la puerta, me dice que ya no estoy solo… ella ha llegado para quedarse esta noche.

SOLEDAD 6


Hoy desperté y mi soledad me acariciaba el cabello, me pregunto que había soñado, que me escucho temblar de madrugada. Solo se dedicó a tomar mi mano mientras me tranquilizaba, cerro las cortinas y me abrigo los pies para calmar mis sueños. Mi soledad cuida de mí, no me da razones, yo tampoco las necesito esta noche. Yo quiero pensar que todas las soledades son parecidas.

SOLEDAD 5


Mi soledad ha desaparecido, la deje jugando con mis libros mientras quitaba las telarañas del techo, la busco, la llamo, pero prefiere permanecer escondida. Quizás solo duerme, tal vez ha huido buscando otros dementes como yo. 
Quizás se aburrió de mí y ya no quiere ser soledad.

SOLEDAD 4


Hoy mi soledad me lleno de respuestas, sin yo haberle hecho ninguna pregunta. Me hablo en muchos idiomas: latín, guaraní, francés  y hasta arameo. Se paró frente a la ventana y empezó a bailar y gritar como una vieja señora. Jalo las cortinas, dejo caer la luz sobre mi cama y con sus garras quiso despedazar mi almohada.
Mi soledad se ha vuelto loca… pero me empieza a caer bien.

SOLEDAD 3


Hoy mi soledad me ha hablado, me pregunto mi nombre, y luego de reírse, me dio el suyo antes de marcharse. Para mi sorpresa, su nombre no era “soledad”… sino “esperanza”.

SOLEDAD 2


Tengo una soledad salvaje, cruel, indomable. Pega gritos por toda la casa, retumba los muros y sacude los vidrios. Luego se refugia en un rincón y se queda dormida.

Tengo una soledad distante… que todavía no me habla.

SOLEDAD 1


Tengo una soledad clarita, limpia, nuevita, todavía con etiqueta. Pero ya no tiene precio, se volvió invaluable, lujosa, solo apta para pobres de espíritu.

lunes, 11 de febrero de 2013

EN OTRA VIDA


Empecemos esta historia con un animal nocturno cansado, cansado de sí mismo, de la noche, de las camas vacías, de las mujeres que al empezar el día, dejaran vacía esa cama que se ha vuelto mi refugio. Al terminar el fin de semana no existían más nombres, ni números telefónicos, solo quedaba un cuerpo cansado de vivir de la misma manera todas las noches de su vida.


Aquel animal nocturno conoció una mujer bella, tan dulce como bella. No fueron cosas del azar, mientras vivía a mil hora, esa mujer ya estaba ahí, permanecía lejana, atenta, dejando su compañía cada cierto tiempo para luego desaparecer. Cuando todas se iban, ella permanecía ahí, en mi memoria, en mi agenda y en ese rincón de palabras con que llenaba mis hojas en blanco.

He dejado esa vida, he dejado mil noches aun no vividas, ya no me hacen falta. Empecé a perseguirla como si fuese mi última oportunidad. Ella acepto quedarse conmigo, pero por momentos le llenaban las ideas de marcharse, de desaparecer, y yo sin formas de retenerla. Ya no soy el de antes, ya no me  atraen los pecados, ni los excesos.

Esta historia recién empieza, pero quizás para los demás ya no resulte tan interesante. La ultima locura que hice por ella fue irme a vivir solo. Alejarme un poco de todo y buscar en mi mudanza nuevas formas de madurez. Ella piensa que vendrán a mi cabeza nuevos proyectos, nuevas metas, que he estado muy dormido todo este tiempo, que viviendo solo voy a pensar como un adulto, que el cielo es el límite y que yo puedo llegar. Deseo ser la persona que ella se merece, darle lo que quizás nadie le podrá dar, una extraña combinación de aventura y felicidad en este nuevo camino.

Escribo estas palabras desde mi nuevo hogar, un segundo piso de una casa muy lejana a la anterior. Lejos del mar pero más cerca del silencio, con una cama y una computadora que albergara mis nuevos escritos sobre esta experiencia nueva para mí. Ya no tengo temores, solo sueños en espera. Me acompañan mis libros, mis discos de Silvio y Sabina. Y cada fin de semana, levantarme temprano, limpiar la casa, ordenar la alcoba y esperarla con el corazón en la mano… listo para recibirla en mis brazos.

sábado, 12 de enero de 2013

CARTA A JOAQUIN


Hace mucho que no te escribo Joaquín, ha pasado tanto tiempo desde la última vez. Que ha sido de mí? Te contare que ya no soy el mismo que conociste. He dejado de pintar en mis cuadernos, he dejado los bares y los caminos oscuros. He dejado de vivir de noche, o mejor dicho, morir de noche. Ahora despierto a las seis de la mañana para irme a trabajar, llevo traje, camisa y zapatos negros. Te reirías mucho si me ves ahora, tan bien peinado y con perfume olor a madera. Ahora miro ambos lados antes de cruzar las aceras y hasta me he comprado un seguro de vida, no te imaginas la cantidad de dinero que valgo, siento que estoy estafando a la empresa de seguros.

Recuerdas cuando nos conocimos por primera vez? yo tenía ese peinado ridículo, esas zapatillas que no combinaban con nada y ese gusto estrambótico por el color rojo. Vivía de noche y dormía de día, no sabía la diferencia entre cerveza o vino, entre whisky o tequila. No conocía la ciudad, solo la imaginaba salvaje, indomable y sangrienta. Pensaba que las malas compañías eran las mejores. Como ha pasado el tiempo, mis manos hablan por sí solas, como ha pasado la vida.

Sigo viviendo en esa misma esquina, tercer piso con vista al mar, aquel viejo sofá que iba frente a mi ventana ya fue retirado, ahora yace entre las tantas cosas que he desprendido de mi pasado. Los amigos se han ido, uno por uno, dicen que a mi edad es lo más normal del mundo, aunque siento que pude hacer algo más por retenerlos. Joaquín, mis padres están bien y te quieren conocer, al igual que mis hermanas. Les dije que el tiempo se encargará de cumplir esos milagros. Tu ausencia voluntaria de alguna forma le hace bien a la espera. Todo llegará en su momento.

Joaquín, debo confesarte que he conocido a alguien muy especial y que quiero tanto, se podría decir que ella me ha salvado la vida, o en todo caso, me la ha devuelto. Ya no me desvelo en aventuras paganas, ya no salto de la cama, asustado, pegando gritos de madrugada, ya no busco refugios porque ella es mi refugio. Ella me ha dado pequeñas dosis de felicidad que ha logrado adormecer al escritor que creí llevar dentro, aquel poeta que necesitaba tristezas y recuerdos oscuros para llenar sus cuadernos. Siempre te dije que la felicidad es mala consejera para escribir, uno pierde la objetividad de las cosas, ve el mundo perfecto y a colores. Pero el mundo jamás será perfecto. Porque nosotros mismos no somos perfectos. Entonces solos nos queda ser felices.

A ella la conocí por esas hermosas coincidencias que a veces dibuja la vida, el tiempo se encargó de convencerme que esta sería la mejor de mis historias. He aprendido a cocinar con ella, tendrías que verlo Joaquín, es cierto que a veces quemo las cosas, pero creo que aprenderé con la práctica. Hemos visto muchos amaneceres juntos y eso es lo más lindo, saber que la vida vuelve a empezar teniéndola a mi lado. Mis últimos escritos fueron hacia ella, y ahora este último que te escribo a ti. Ya no me siento un poeta, solo un tipo más que busca su felicidad en las cosas sencillas. Desearía tanto que fuese ella la que te haga ver la luz, que tome tu mano y te dé la vida. No sabes las ganas que tengo de que eso suceda, verte llegar una mañana de Setiembre, pegando gritos y hacer de mi vida un caos, un hermoso caos con el que aprenderé a convivir. Nunca estamos listos para ciertas cosas, a veces nunca deseamos estar listos, a veces el miedo nos hace más precavidos y fortalece nuestras deficiencias.

Hace mucho que no te escribo Joaquín, sabrás perdonar las ausencias, los espacios en blanco, la memoria, mis pequeñas dosis de felicidad. Ya te conté lo que ha sido de mí, ya viste que no soy el mismo que conociste, casi todo ha cambiado, menos las ganas que tengo de abrazarte muy fuerte un día… y que me digas: papá.