Hoy mi soledad me lleno de respuestas, sin yo haberle hecho
ninguna pregunta. Me hablo en muchos idiomas: latín, guaraní, francés y hasta arameo. Se paró frente a la ventana y
empezó a bailar y gritar como una vieja señora. Jalo las cortinas, dejo caer la
luz sobre mi cama y con sus garras quiso despedazar mi almohada.
Mi soledad se ha vuelto loca… pero me empieza a caer bien.
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