Ella perdura su belleza en las cosas simples, tiene un corazón desvencijado pero todavía latiendo a ritmos intensos, ella guarda su alma cada noche bajo su almohada, deseando soñar que todo será mejor al día siguiente, nadie podrá imaginar un mundo perfecto como solo ella lo hace, su optimismo radica en su inocencia, en sus ganas de vivir.
El ha tenido muchas vidas, podría describir cada una si se lo permiten, he recorrido muchas esquinas, cada lugar donde dejo huella, él no sabe de teorías, lo sabe porque ha vivido. Su fortaleza se ha moldeado con los golpes del destino, con eso que llamamos experiencia, con lo que olvidamos en los momentos perdidos.
Ella cree en “que las historias son para toda la vida”, no sabe de despedidas ni rencores eternos, ella ofrece su corazón como quien ofrenda su existencia, sus noches y sus días. Ella ha aprendido que no solo hace falta desear algo, sino luchar por ello. Pero no siempre las batallas pueden ganarse, no siempre uno queda en pie cuando todo termina.
El supone que nada es para siempre, ni siquiera las cosas de las que tanto habla la gente, reposa su filosofía en el hecho de ser realista, en las cosas gratas, pero cortas que le ha dado la vida. Quizás porque su mundo no es perfecto, o porque cuando llega la noche, su luna aun no termina de asomarse.
Ella y él se conocieron una mañana de marzo, compartieron un secreto, una sonrisa y un deseo. Lo demás lo hizo el destino, que siempre juega ajedrez con nuestros rumbos. Venus y Marte coincidieron en su órbita para que nazca el amor. Pero aquel amor es tan caprichoso que convive con la dualidad. Ella desea que esto se haga eterno, él sospecha que todo tendrá su final algún dia.
Ella lo llama cada noche, le cocina los fines de semana, se refugia en su cuerpo cuando nadie los observa y guarda sus besos detrás de su almohada, deseando que todo será mejor mañana, y si dios quiere para siempre. Ella decora su mundo perfecto.
Él le escribe poemas amorosos, le regala flores todos los viernes, acaricia su cabello cada vez que puede, la abraza y le dice que su mundo se hizo perfecto desde el día en que ella lo habitó. Pero también él convive con sus miedos, de que algún día esto termine, porque las historias tristes empezaron así de hermosas. “El amor es para los valientes” piensa, cierra los ojos y la besa con ternura, deseando que existan muchos más besos después… ojala sea por siempre.
Las noches en la pequeña Lima tienen el mismo brillo, con la luna detrás de la catedral, las estrellas perdiéndose entre las nubes que adornan la Plaza Mayor, el mundo sigue girando, el amor sigue haciendo sus historias… mientras yo las escribo.
1 comentario:
Si no conviviéramos siempre con el miedo, el mundo estaría aun más lleno de amor y de historias con final feliz.
Bezozz y abrazozz navideños!!
Publicar un comentario