Ella se sienta frente a su ventana, derramando lágrimas en señal de protesta, contemplando la noche que no le dice nada. En sus paredes hay cuadros de colores, dibujos animados que ella pintó desde muy niña, osos de peluche adornando su cama, tarjetas escritas por su propio puño y letra, como avisándole lo rápido que pasa el tiempo.
Nadie le dijo que el aprendizaje no siempre viene con guantes de seda, que a veces la experiencia nos cuesta el llanto. Nadie le hablo de los oscuros caminos que existen en la búsqueda del amor, es que no siempre el amor es ese cosquilleo en el estomago, ni ese andar entre nubes de la que tanto hablan las telenovelas. El amor simplemente es una decisión, un riesgo que hay que correr a pesar de sus consecuencias, pero un riesgo que se comparte entre dos personas, cuando uno de los dos suelta la cuerda, el otro caerá irremediablemente.
Por eso ella está sentada frente a su ventana, mirando las estrellas, con el corazón hecho añicos, queriendo creer que no todas las caídas son así de dolorosas. Se mira en el espejo y no quiere palabras de consuelo, no desea imaginarse mañana, dibujándose sonrisas para enfrentar al mundo. Esta noche solo quiere llorar para apaciguar la marea, quizás algún día le dirán que la luna suele sonreírle a los corazones rotos. Yo la miro desde mi ventana, queriendo inventar un pretexto para hacerla reír, pero me estrello en mis intentos, no puedo lograr mi cometido, perdón querida amiga. Yo solo sé escribir, y a veces ni siquiera eso.
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