San Ignacio es una
provincia pequeña y algo lejana, con una población que a simple vista no es
inmensa, tiene un mercado, una capilla, una cancha de futbol, tiene tiendas de
café, tiene una carretera que te lleva a la frontera con el Ecuador. San
Ignacio es un lugar lejano donde la vida nocturna casi no existe, las calles
suelen estar vacías después de las 9, las tiendas cierran, los restaurantes van
medio vacíos y las motos hacen un ruido minúsculo que luego se pierden en lo
oscuro. En San Ignacio nunca sucede nada… casi nunca.
Pero me basta oír tu voz
cuando amanece y me dices: “buenos dias”,y entonces todo sucede y todo tiene
sentido. A través del balcón del cuarto piso puedo ver todo a mis pies. El
cielo que a veces se pone gris y a veces me muestra un arco iris después de llover,
las casas con techo inclinado para evitar las inundaciones, donde la calle de
La Cultura se cruza irónicamente con la calle del Porvenir, la tienda del tío
Ramón que nunca conocí pero aprendí a querer, el aroma a café que imagino
mientras camino por esas avenidas tan tranquilas donde casi nada sucede. Donde
aprendí a respirar la paz que tanto me hacía falta, esa paz que alguna vez me
diste.
Puedo sentarme en ese
balcón a escribir mientras los pollos pian mi nombre, donde los perros juegan a
morderme los pies, donde me veo rodeado de tantos árboles que el color verde se
hace mi favorito. Caminar contigo hace que la ciudad sea más pequeña, tomar tu
mano hace que me salgan alas, me siento volar mientras te miro reír de mis
chistes tontos. Cuando me abrazas me siento como ese rompecabezas que
encuentra la pieza que le hacia falta. La verdad es que el mundo es
perfecto cuando tu estas en él. Y cuando no estás la vida se hace un largo
silencio.
Y cuando llueve los techos
hacen un ruido fabuloso, como melodías del agua que riman con la nostalgia,
recuerdo mi niñez, a mis abuelos, recuerdo que la vida no se puede
desperdiciar. Mientras camino por la calle Victoria mojándome con el aguacero ,
veo mis huellas borrarse mientras voy a buscarte, como si mis zapatos no
quisieran encontrar la ruta de regreso. San Ignacio es esa estación donde vine
a buscarte una vez más, a decirte que la vida te extraña, que yo te extraño,
que San Ignacio eres tú, que la paz eres tú, que como diría Forrest Gump:
“somos como el pan y la mantequilla”. Y que el lugar no importa, que cuando tú
estás todo sucede … y todo vuelve a suceder.
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