Nos conocimos cerca de la estación del metro Hidalgo, en una
de las agencias del Ticketmaster. Ambos comprábamos boletos para el concierto
de Calamaro. Yo suelo ser muy tímido para iniciar conversación, pero tenías unos
ojos tan bellos que sentí que podría ser la única oportunidad de mi vida.
No me equivoque, supiste al instante que moriría por ti,
tardaste en saludarme, pero luego toda la charla la llevaste tú. Te gustaban
los libros de Cortázar, preferías la cerveza antes que el tequila, el café negro
casi sin azúcar, y de los Beatles te gustaba más Paul. Almorzamos juntos frente
a la Catedral y quedamos en vernos en la noche, boleto en mano, oyendo al “Salmon”
y dejar la garganta latiendo en el aire.
Era casi medianoche cuando salimos del concierto, casi afónicos
pero con ganas de ser eternos. Nos metimos a un bar por el centro de la ciudad,
pedimos muchas cervezas, tu fumabas tanto y yo solo era el cómplice pasivo. Estábamos
tan borrachos que las frases fluían y se perdían entre todo el ruido que
ahogaba el lugar. Tu decías que Lennon era “la morsa” y Paul “el hipopótamo”, que
dios solo era un invento del hombre, que la felicidad solo era un espejismo de
los cursis, y que la mejor manera de morir era con doce pastillas y un disco de
Eric Clapton.
Aquella noche te prometí hacerte feliz por única vez en tu
vida, te lleve al muelle y sentados ahí, oyendo el “canto rodado”, lanzamos
piedras en lo oscuro de la noche, pidiendo mil deseos, confesando lo corta que
es a veces la vida. Aquella noche tú me dijiste que solo uno de los dos sobrevivirá
a los años, envejecerá, pero con el tiempo olvidará al otro. Siempre fuiste la más trágica de los
dos. Yo estaba tan ebrio que te cargue para meterte a la orilla y terminamos besándonos
ahí, rodeados de la brisa e hicimos el amor, ardiendo nuestros cuerpos bajo ese
invierno casi satánico.
Fuimos mejores amigos por mucho tiempo, de esos que se
ocultan entre sabanas y pecado. No importaba cuanto nos perdíamos, al final
siempre me encontrabas, era como si el mundo fuera un laberinto hecho para los
dos. Escribimos muchos cuadernos, nos tomamos muchas fotos, tengo tus dibujos
de Paul McCartney tocando guitarra y tus discos favoritos de Pink Floyd en una
caja antigua con candado. Tengo tu recuerdo despertando todavía mi alma, cuando
siento que todo está perdido.
La vida es una broma, me decías. No somos eternos, aunque quisiéramos.
Es curioso cómo transcurre la vida, yo que no quería envejecer, ahora termino
viendo las arrugas llegar mientras recuerdo todo lo que fuiste. Algún día me
perdonaras por no llegar a tiempo?. Tus manos nunca fueron tan frías, ni tu corazón
tan pequeño. La vida sabrá perdonarte
que lo último que le dejaste, fueron ese frasco de pastillas en tus manos mientras
Eric Clapton tocaba “Tears in Heaven” en la radio (Agarrarías mi mano, si me ves en el cielo?/ Me ayudarías a pararme, si me ves en el cielo?).
Tenias razón dios es un invento y la felicidad un espejismo. Tenias razón Lennon era "la morsa" y Paul es el mejor de Los Beatles. Pero te equivocaste en algo.... yo nunca te olvidé.
Tenias razón dios es un invento y la felicidad un espejismo. Tenias razón Lennon era "la morsa" y Paul es el mejor de Los Beatles. Pero te equivocaste en algo.... yo nunca te olvidé.
1 comentario:
La melancolía te atrapó y pudiste volar en letras. Me ha gustado mucho tu último escrito. Sigue...sigue, desde algún lugar del cielo siempre te leen.
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