He caminado tantas calles, los mercados ya saben de mí, las plazas tienen mis huellas en sus aceras y los metros casi me han nombrado socio honorario. Siempre se hace camino al andar, me lo dijo Serrat en un concierto, he pisado todas las calles y no te he encontrado.
Me subí a las peceras que van a Xochimilco, he pasado por Villa Coapa y nadie te conoce. La lluvia me ha sorprendido a las siete de la noche, recorriendo San Antonio de Abad, ya estoy por llegar a mi depto. Pero algo me detiene, algo no me deja avanzar, algo me sujeta como el ancla de una embarcación. Es tu recuerdo que me paraliza a tres calles de mi cama, he vuelto a oír las promesas que me hiciste un día. Querías casarte conmigo, tener dos hijos, una casa cerca del estadio y los domingos ir a caminar frente al mar.
Han pasado diez meses y no ha quedado ni los escombros de esas promesas, ahora somos un par de desconocidos que juegan a huir lo más que se pueda, a saltar por la ventana y soltar mentiras para no ser atrapado. Si no puedo moverme de aquí, entonces voy a sentarme detrás de un árbol, bajo el frió y esta lluvia salvaje, me pondré a escribir este diario que solo sabe de nostalgias. Lo bueno de la lluvia es que nadie puede notar que estoy llorando.
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