Ella no sabe ni sospecha que yo escribo sobre ella, que la dibujo con palabras y a veces hasta adivino sus pensamientos y los hago míos. No sabe que admiro su belleza y paciencia para enfrentarse al mundo, su valentía para ganarle al destino, sus ganas de vivir nuevas experiencias que logren hacerla sonreír. Conoce los cinco continentes por los libros de geografía, sabe de Romeo Y Julieta por los escritos de Shakespeare y aprendió del amor por los poemas de Pablo Neruda y los besos de Ysrael. Ella no tiene ni la mas remota idea de lo que pasara mañana, pero vive el presente con una espada y un escudo, lista para la lucha que nos da esta batalla que llamamos “vida”. Es que tiene porque vivir, con los años pudo descubrir dos tesoros maravillosos que nacieron de su vientre, y que andan buscando sus propias alas, ella les enseñara a volar como alguna vez aprendió cuando era adolescente, les dirá que los vientos no te llevan a tu destino sino es tu corazón el que se vuelve tu guía en las noches perdidas.
Ella ya aprendió que el amor no muere sino cambia de lugar, de nombre y de color, su alma guarda secretos que talvez nunca serán contados, ni siquiera a su mas intimo confidente que podría ser yo. Porque el corazón de una mujer es un eterno misterio, un teorema indescifrable, una clave ocult
a entre piedras angulares. Ella no sospecha que escribo de ella a sus espaldas, que le invento besos y encuentros furtivos, que la hago mi musa en noches solitarias como esta, donde el silencio saltó de mi ventana para dictarme algunas frases, que luego se convertirán en memorias de un amor que no existió.
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